jueves, 27 de septiembre de 2012

Itinerante y convocante

Mario Rubén Gonzales[1]

 Lo leí hace mucho tiempo. Lo recuerdo ahora. Mejor, me lo recuerda la gente sobre la que hoy escribo.

Fue Galeano, el formidable uruguayo, que con su pluma rescató de las sombras a José Manuel Castañón, un español que de joven fue un implacable y terrible miliciano falangista, un capitán que perseguía a revolucionarios, conspiradores y a cualquier sospechoso de pretender subvertir el orden franquista, no tenía descanso en ese afán… hasta que un día, se enteró que un inmigrante, un personaje tenebroso habitaba un viejo cuartucho en el que seguramente se conspiraba y guardaban armas e información revolucionaria. Allá fue el curtido capitán Castañón. Se acercó con cuidado, luego con fuerza rotunda destrozó la puerta y de pronto, se vio ante un austero, pobre y vacío rincón, apenas algunos objetos…unos libros y varios manuscritos. Allí estaban los diabólicos objetos, las pruebas del delito… encendió una vela, se puso a leer.

Amaneció el día y el crudelísimo represor capitán Castañón, seguía leyendo, fascinado, cada vez más, los ajados manuscritos. Fue a apresar a un criminal y… ahora, se convenció, estaba atrapado, cautivado por los versos del poeta Vallejo… nombre que vio escrito en una de las portadas de los viejos cuadernos.

Después de aquella experiencia, Castañón fue otro. Dejó la militancia franquista y se hizo, junto a otro escritor, Julio Vélez, un apasionado y esmerado difusor de la obra poética de César Abraham Vallejo Mendoza. Durante largos años, con abnegado afán promovía exposiciones, recitales, charlas, conferencias, eventos diversos sobre el poeta que lo había convertido en una sola noche.

Algo de todo esto tiene la labor de Barrón. A él, es fácil encontrarlo en los lugares más inhóspitos y extraños de la sierra y costa norte del país. Reúne a los escritores y poetas de la región Ancash, en diversas actividades. En todas, los literatos discuten sus problemas, planifican otros eventos, presentan sus obras, cultivan con fruición la amistad y el debate, evalúan sus propuestas y después publican, con rigurosa frecuencia.

En los conclaves organizados por Danilo Barrón, es fácil ubicar a los grandes literatos del país y de la región Ancash, y también están los menos conocidos y los que recién empiezan. Abundan las mujeres y los jóvenes, no se olvidan de los viejos, de los capitalinos y de otros provincianos. Nada impide la presencia de los novatos, tampoco de los de izquierda y de derecha, de los de arriba y de los de abajo. Todos en democrática convergencia estética, austera y amistosa, porque todo se hace con los propios recursos del poeta y del escritor, pero con la abundante amistad y entusiasmo de todos.

Danilo Barrón es joven y escribe, es catedrático en diversas universidades, es un literato empedernido, tiene esposa e hijos y todavía le queda suficiente, fuerza y capacidad para acometer su empresa literaria, que no es otro que construir un foro itinerante de las letras, en la que participen ecuménicamente los hombres y mujeres del arte de escribir de una parte del país y de las otras, un espacio público para el intercambio y la expresión estética y ¿Por qué no?.. de algo más. Lo hace por convicción y la necesidad de animar las artes. No lo hace por dinero y le impele, a él y a sus amigos, armar la movida literaria allí donde sea posible, por eso la ubicuidad de Barrón y sus amigos, que sin duda, son poderosos aliados de espíritu sensible y creador del peruano de nuestros días, que se yerguen buscando una victoria sobre el consumismo, la fuerza de los medios, del mercado y de las ferias de posturas e imposturas.

Barrón, sin duda, no es Castañón ni Julio Vélez, es mucho más, porque no difunde la obra de uno; sino de muchos que de otra manera no tendrían esta maravillosa oportunidad de compartir como lo hacen en tantos lugares, incluso, en pueblos sin luz, pero que ellos iluminan con sus presencias, pues constituyen la única avanzada cultural generosa, en un país que necesita del arte, de la literatura, de la cultura.

A pesar de todas las tribulaciones y desventuras que significa el emprendimiento estético literario, del ejemplar ancashino que es Elmer Danilo Barrón Pastor, no es tan solitaria su tarea como podría imaginar alguien que conoce a fondo el Perú. Increíblemente los congresos y encuentros, los festivales y recitales del arte del buen decir y de la creación organizados, encuentran el apoyo diverso e insuficiente. Efectivamente, a veces concejales y alcaldes actúan como anfitriones y mecenas, en otras son instituciones económicas, culturales o políticas, las que contribuyen con modestos recursos, pero también – y por lo general- los ciudadanos con pequeños negocios son lo que auxilian a Barrón Pastor y sus amigos. La sencilla colaboración que recibe de diferentes actores sociales, no cambian la austeridad y las limitaciones de los eventos, pero lo que si hacen es demostrar que en nuestro país, hay un hambre de cultura y Barrón, indudablemente, convoca el apoyo del pueblo a sus literatos.

Encontrar a Danilo Barrón Pastor, en cualquier camino del Perú, especialmente en los caminos del norte, es de algún modo, ser atrapado por el amor y el trabajo que profesa y dedica a la literatura, a la literatura que hace y a la de los pueblos que él rescata y anima.

Jesús María, 23 de septiembre de 2011.


[1] Director de Gestión Académica de la UJBM. Presidente ANP. IV Región.

1 comentario:

Ariana Vilela dijo...

Ariana Vilela 2D


El amor a la lectura capta a sus presas sin discriminar género, edad y cultura. Llega en cualquier momento de tu vida, inclusive sin que antes haya captado tu atención. Te toma y no te deja ir, quedas atrapado en la intriga de que es lo que sigue en el libro, que ya no es más un extraño para ti y sin darte cuenta buscas hasta con desesperación cualquier “hueco” en tu rutina para poder leerlo. Pero, cuando al fin lo terminas te llenas de sensaciones extrañas, satisfacción por terminar tu lectura pero también nostalgia sabiendo que es hora de cerrar libro y volver a la rutina, a tu realidad.