sábado, 27 de marzo de 2010

Cuaresma en los años del siglo XX - Elmer Neyra

Elmer Neyra Valverde

Esta temporada de la Cuaresma seguía a las festividades de carnaval. Empezaba exactamente el miércoles de ceniza. Se ingresaba a un tiempo de recogimiento y hasta de abstinencia y que remataba en la Semana Santa. Se iniciaba la Cuaresma con el Domingo de Tentación, el primero. En seguida, Domingo de Cananeo; el tercero, Domingo, de Samaritano; el cuarto, Domingo de Cinco Pan, tal como se pronunciaba; el quinto, Domingo de Lázaro. En la mayoría de los años se celebraba la Cuaresma en marzo. Se oficiaba misa en cada uno de los cinco domingos.
Venía la gente a Piscobamba desde los pueblos como Sisco, Parco, Cochabamba, Chancasa, Sanachgán, Cánrash, Musga, Chaupiürán, Chárac, Huallhuá, Quinshayacu, Ranracolca, Vilcabamba. En torno al legendario eucalipto de la plaza, se emplazaban las vivanderas. Ellas ofrecían: dulces de higos, de cidras, de duraznos; arroz con leche; emparedados de jamón, conocido como “sánguche”; picante de cuy o picante de papas; leche con oca; panes, bizcochos y cemitas. Provocaba el apetito el buscado y nutritivo tauri, con culantro y rocotito picados.
Para los comerciantes era una ocasión para aumentar sus ventas. Telas, hilo de carrete, botones, cintas para ribetes de poncho, anilinas, velas, kerosene, franelas, tocuyos, linternas, azúcar, coca, aguardiente o cañazo, arroz y otras cosas eran lo más solicitado.
Había tropel de gente entrando en la iglesia, otros en la plaza consumiendo los platillos y algunos almorzaban en la casa de sus amistades. Épocas de familiaridad, reciprocidad, trato sencillo y franco. Muchos venían con queso, con un almud de la mejor papa y alguien hasta con yuca del Marañón y llullu utsu –qaplla–, para su compadre.
Después de la misa había bautizos. Como el mundo ya se debatía en la Guerra Fría, el sacerdote sermoneaba de sus contradicciones, se refería negativamente del socialismo, escuchamos por primera vez referencias directas sobre Charles Darwin y Karl Marx. Quince días antes del Domingo de Ramos, partían tres cargadores por parcialidad hacia la selva alta, exactamente a Monzón. Retornaban cargados de palmeras. Los seis cargadores coincidían en Tocana, tanto los de Chaupis y Ggollana Piscobamba. La salida de la casa del campo regidor y su coincidencia se celebraba reventando cohetes, los palmeros eran jóvenes fuertes, uno de ellos por lo menos, rutero baquiano, diestro en el machete y el bastón.

Capilla de Patsuyanunan


Labrado de ceras

La celebración de la Semana Santa era algo especial. Mucha concurrencia. El Lunes Santo, el Martes Santo, los cerros vecinos, se iluminaban en la procesión de los fieles que cargaban la Santísima Cruz, ya sea en Chontajirca o Huáncash. En este último lugar como ya existía capilla, previamente los asistentes participaban en oraciones, en el idioma quechua, repetían y en coro remataban con estribillos apropiados. Los dirigía un doctrinero nativo, leído, entendido y digno de su fe. En más de una ocasión la reunión culminaba en tragedia; una tempestad con rayos cobraba víctima. Por ningún motivo cedía el interés y la adhesión a los cultos rituales.
Para esas ocasiones necesitaban ceras (cirios); las que se fabricaban artesanalmente en Piscobamba. Trozos de estearina se fundían en peroles, en estado líquido se derramaba sobre pitas de pabilo torcido, que pendían de un aro de madera horizontal. De rato en rato, la cera derretida se iba encimando costra tras costra, hasta obtener el grosor apropiado. Los cereros para verter el líquido hirviente sobre el pabilo usaban un recogedor, adecuado del cuerno de res. Los expertos en la cerería eran Rosario Ricra y Balbina Domínguez, ambos vivían en la bajada de Quebrabotija, empleaban en promedio tres o cuatro arrobas de estearinas. Las ceras tenían diferentes tamaños, grosores, algunas de ellas, adornadas con espirales de papel crepé en colores. El llanto y el recogimiento de las noches de Semana Santa fueron iluminados por este producto artesanal del Perú Profundo.

Un pollino frente a la iglesia

1 comentario:

Juan Rodríguez Jara dijo...

Los hechos no publicados se van perdiendo en el tiempo ante la indiferencia de sus habitantes que no hacen otra cosa que vivir y pasar los años sin hacer nada por publicar los hechos, es sumamente grato revivir nuestras tradiciones recogidos por la buena voluntad de dignos y verdaderos piscobambinos, en este caso Elmer Neyra y Danilo Barrón, verdaderos pioneros de la Literatura Piscobaqmbina.