martes, 4 de diciembre de 2012

Crónica sobre la presentación del cuarto N° de la revista Aepa



Crónica sobre la presentación del cuarto número la revista AEPA,
revista cultural de Áncash

Julio Oporto Herencia (UJBM)

"No hay poeta esclavo ni poema encadenado", fueron las últimas palabras de la noche, dadas por el gran homenajeado y ganador del premio AEPA, Antonino Vidal.

Había llegado junto a tres amigos a la Casa de la Literatura cuando aún no daba inicio el gran acontecimiento esperado durante un largo año: la presentación del cuarto número de la revista AEPA, revista cultural de Áncash. Mientras esperaba dicho momento, con ansias y curiosidad, decidí sentarme a ojear los libros disponibles en aquella casa de la Literaria. Pasado veinte minutos de mi llegada, en el momento que estuve revisando los títulos de nuestro escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, percibí que la presentación estaba a punto de empezar. Raudamente, salí de la biblioteca que me pareció bastante singular, me dirigí al auditorio y me ubiqué junto a mis tres compañeros.

Momentos antes de escuchar las palabras de bienvenida de Rodrigo Solórzano, no sabía qué significaba el nombre de la revista: AEPA. Tenía esa gran interrogante, pero yo, timorato, no me atreví a preguntar a nadie. Sin embargo, el presidente y expositor de la revista, sació ese mar de intriga que me ahogaba:

-La Asociación de Escritores y Poetas de Ancash invita a participar a todos, sin ninguna distinción ni diferencia, a colaborar y a plasmar lo que piensan, sienten y quieren. Pero esta revista exhorta, especialmente, a los jóvenes, quienes son el mañana. Pues son aquellos que seguirán nuestros pasos. –el público escuchaba con intensa atención las palabras del presidente de la Aepa Regional. El cual, tras inaugurar el acto cultural, concluyó: -AEPA tiene como finalidad el compromiso nacional y la identificación cultural. Y nosotros estamos haciendo lo que está en nuestras manos para conseguirlo. Lo hemos estado logrando, pero nunca es suficiente. Como diría Cesar Vallejo, aun hermanos hay muchísimo que hacer.

Entre tan distinguidos expositores, dos literatos despiertan más mi recuerdo. El primero, el director de la revista, Danilo Barrón, el cual, para mi gran asombro, fue recibido con candentes aplausos y entrañables palabras. Una personalidad muy querida. Y el segundo, el también periodista Maynor Freyre, no solo explicó detalladamente cada uno de los números anteriores de la revista, sino también destacó el sentido que tiene su nombre, al cual sugirió añadir una “A” más de Artista. Leyéndose inédito, AEPAA. Y que así –en cuestión de tiempo- se seguirían sumando más letras debido a la amplia colaboración de personalidades en distintas gamas para esta revista.

Esa noche, la literatura se vistió de gala al ser acompañada de tan buena música criolla. Al son de la trova, el guitarrista Avelino Rodríguez, deleitó a todos los presentes al cantar tan encantadores poemas. La gente, cautivada por la voz del corazón y la letra del alma, aplaudía con ese entusiasmo que solo una noche bohemia como esta puede originar.

Me encontraba ubicado en la tercera fila del auditorio. Así que podía disfrutar de cada palabra como si fuese un ensueño. Era una noche diferente: libre y despreocupada. A decir verdad, era lo que yo esperaba para mi vida; una noche profunda llena de letras y estrellas.

Finalmente le tocó el turno a Antonino Vidal, un poeta por excelencia. El cual captó el interés del público, de tal manera que todo se mantuvo inmutable y en silencio, al expresar los motivos del porqué decidió plasmar en papel sus versos: "empecé a escribir poemas por la gran frustración que me ocasionó la política –dijo enérgico el poeta veterano- trascendida en la gran cantidad de injusticias sociales". Pero, el poeta se llevó la noche al pronunciar que mediante la poesía, la mente y el corazón pueden alzar su voz: "No hay poeta esclavo ni poema encadenado". Así, tras estas significativas palabras, se le concedió el premio AEPA, por su trayectoria poética y aporte a la cultura ancashina y nacional. Dándose por finalizado, entre cálidos aplausos, este gran acontecimiento.

A la hora del brindis, con la copa de vino en la mano, me di cuenta por fin, lo que es vivir un apasionado momento. También pude advertir que la literatura no está como creía, abandonada. Por el contrario, posee grandes y vehementes amantes: cuentistas, novelistas, ensayistas, poetas. Y estos, además de compartir el delirio literario que llevan en las raíces del alma, tienen algo más en común: la fraternidad y armonía de sus letras para seguir recorriendo el vasto camino que le espera a esta próspera revista.

Así, en los últimos minutos de la noche, antes de abandonar la Casa de la Literatura y después de haber bebido del idílico vino junto a mis temores, no fue difícil darme cuenta que quería escribir esto.

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