Crónica sobre la presentación del cuarto número la revista AEPA,
revista cultural de Áncash
Julio Oporto Herencia
(UJBM)
"No hay poeta
esclavo ni poema encadenado", fueron las últimas palabras de la noche,
dadas por el gran homenajeado y ganador del premio AEPA, Antonino Vidal.
Había llegado junto a
tres amigos a la Casa de la Literatura cuando aún no daba inicio el gran
acontecimiento esperado durante un largo año: la presentación del cuarto número
de la revista AEPA, revista cultural de Áncash. Mientras esperaba dicho
momento, con ansias y curiosidad, decidí sentarme a ojear los libros
disponibles en aquella casa de la Literaria. Pasado veinte minutos de mi
llegada, en el momento que estuve revisando los títulos de nuestro escritor
peruano Alfredo Bryce Echenique, percibí que la presentación estaba a punto de
empezar. Raudamente, salí de la biblioteca que me pareció bastante singular, me
dirigí al auditorio y me ubiqué junto a mis tres compañeros.
Momentos antes de
escuchar las palabras de bienvenida de Rodrigo Solórzano, no sabía qué
significaba el nombre de la revista: AEPA. Tenía esa gran interrogante, pero
yo, timorato, no me atreví a preguntar a nadie. Sin embargo, el presidente y
expositor de la revista, sació ese mar de intriga que me ahogaba:
-La Asociación de
Escritores y Poetas de Ancash invita a participar a todos, sin ninguna
distinción ni diferencia, a colaborar y a plasmar lo que piensan, sienten y
quieren. Pero esta revista exhorta, especialmente, a los jóvenes, quienes son
el mañana. Pues son aquellos que seguirán nuestros pasos. –el público escuchaba
con intensa atención las palabras del presidente de la Aepa Regional. El cual,
tras inaugurar el acto cultural, concluyó: -AEPA tiene como finalidad el
compromiso nacional y la identificación cultural. Y nosotros estamos haciendo
lo que está en nuestras manos para conseguirlo. Lo hemos estado logrando, pero
nunca es suficiente. Como diría Cesar Vallejo, aun hermanos hay muchísimo que hacer.
Entre tan
distinguidos expositores, dos literatos despiertan más mi recuerdo. El primero,
el director de la revista, Danilo Barrón, el cual, para mi gran asombro, fue
recibido con candentes aplausos y entrañables palabras. Una personalidad muy
querida. Y el segundo, el también periodista Maynor Freyre, no solo explicó
detalladamente cada uno de los números anteriores de la revista, sino también
destacó el sentido que tiene su nombre, al cual sugirió añadir una “A” más de
Artista. Leyéndose inédito, AEPAA. Y que así –en cuestión de tiempo- se
seguirían sumando más letras debido a la amplia colaboración de personalidades
en distintas gamas para esta revista.
Esa noche, la
literatura se vistió de gala al ser acompañada de tan buena música criolla. Al
son de la trova, el guitarrista Avelino Rodríguez, deleitó a todos los
presentes al cantar tan encantadores poemas. La gente, cautivada por la voz del
corazón y la letra del alma, aplaudía con ese entusiasmo que solo una noche
bohemia como esta puede originar.
Me encontraba ubicado
en la tercera fila del auditorio. Así que podía disfrutar de cada palabra como
si fuese un ensueño. Era una noche diferente: libre y despreocupada. A decir
verdad, era lo que yo esperaba para mi vida; una noche profunda llena de letras
y estrellas.
Finalmente le tocó el
turno a Antonino Vidal, un poeta por excelencia. El cual captó el interés del público,
de tal manera que todo se mantuvo inmutable y en silencio, al expresar los
motivos del porqué decidió plasmar en papel sus versos: "empecé a escribir
poemas por la gran frustración que me ocasionó la política –dijo enérgico el
poeta veterano- trascendida en la gran cantidad de injusticias sociales".
Pero, el poeta se llevó la noche al pronunciar que mediante la poesía, la mente
y el corazón pueden alzar su voz: "No
hay poeta esclavo ni poema encadenado". Así, tras estas significativas
palabras, se le concedió el premio AEPA, por su trayectoria poética y aporte a
la cultura ancashina y nacional. Dándose por finalizado, entre cálidos
aplausos, este gran acontecimiento.
A la hora del
brindis, con la copa de vino en la mano, me di cuenta por fin, lo que es vivir
un apasionado momento. También pude advertir que la literatura no está como
creía, abandonada. Por el contrario, posee grandes y vehementes amantes:
cuentistas, novelistas, ensayistas, poetas. Y estos, además de compartir el
delirio literario que llevan en las raíces del alma, tienen algo más en común:
la fraternidad y armonía de sus letras para seguir recorriendo el vasto camino
que le espera a esta próspera revista.
Así, en los últimos
minutos de la noche, antes de abandonar la Casa de la Literatura y después de
haber bebido del idílico vino junto a mis temores, no fue difícil darme cuenta
que quería escribir esto.
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